Que Roma / E. Alesi
De Eros Alesi
Que Roma. Que el paisaje desde el tren a Milán. Que la
frontera suiza. Que ocho días en Milán. Que de nuevo en Roma. Que cansada,
desesperadamente otra vez en Roma. Que el loco estado de ansia debido a una
cruda de Ritalín. Que de nuevo sin biombos que cubran mi ser. Que me encuentro
de nuevo frente al ambiente –a mi ser. Que el ambiente es el ser que soy. Que
estoy epilépticamente cansado. Que estoy epilépticamente cansado de un día de
serenidad y tres de locura consciente, de ansia bastarda.
Que me hace dudar de la veracidad de mi historia pasada, del
credo actual. Que la alegría y el interés de vivir ya pasaron. Que el tedio, la
monotonía, el cansancio de vivir gobiernan mi forma de ser y mi vivir. Que la
bola rebota en tiempo vibracional. Que las ondas corren, van y vienen,
salpican, brotan, se lanzan, aceleradísimas, rebotan, vibran, oscilan con la
velocidad del estímulo del instinto. Que espero en la sala cinematográfica de
mi cráneo aparezca una imagen, una escena que unte sobre mi ser un estrato de serenidad,
de paz, móvil viajante, no paz vegetativa. No estado dimensional apático al
cual endilgarle autosugestivamente la etiqueta de paz.
Que locura. Que es palabra vibracional. Que intensidad
vibracional. Que variedad de sonido, de color. Que palabra de miríadas de
interpretaciones. Que palabra misteriosa, secreta, inaccesible para las
verdades lógicas y razonadas. Inaccesible a todas las verdades. Inaccesible al
loco. Inexistente para el loco, inexistente es también el loco. Que dimensión
limbo. Que dimensión inexistente. Que por lo tanto mi hablar inexistente, que
quizás hablo de eso porque mi ser no siente el calor placentero del flashazo
debido a la entrada de la nueva verdad en mi ser. Que tengo 19 años terrestres.
Que siento que creo hechos con los sacudimientos sensoriales revolucionarios,
desbarajustadores. Que me siento capaz de poder crear un rostro, dos ojos
ardientes de dicha. De felicidad, de amor por ser lo que eres. Que tengo 19
años terrestres y tengo tantas ganas de arrojar mi amor, mi profundo amor, mi
desapasionado amor, mi profundo amor hacia todo lo que me rodea, que forma
parte de mí mismo, que es yo mismo, que procedo conmigo sobre esta bola de
tierra que holgazanamente mueve la cola por un arrabal del espacio.
De Mamá Morfina (1973)
Eros Alesi se suicidó a los 20 años. Hay quien quiere ver a un maldito, pero yo veo solamente al chico que muchos fuimos, de alguna forma incompletos, hablando por una herida que nos viene como branquias. Miro al chico roto, roto en un tiempo remoto, que muchos fuimos. Los pocos poemas que se conocen de él se publicaron después de matarse en Roma en el 71; Mamá Morfina vio la luz dos años después. El mejor traductor al español de su obra es sin duda Guillermo Fernández, el gran hombre y poeta asesinado vilmente en Toluca el año pasado cuando le abrió la puerta a un maldito, éste sí un maldito. Las autoridades del Estado de México, por cierto, no han movido un fucking dedo y su muerte sigue impune; sigue valiendo kilos de verga el asesinato de un homosexual... Mamá Morfina es imposible de conseguir en las librerías mexicanas desde que lo publicó Bonobos en 2003. Hacia octubre del 2013, 10 años después, relanzará una nueva edición, y qué bueno.
/ La imagen la tomé de una página italiana llamada Mel.
Eros Alesi (Ciampino, Italia, 1951)
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