A la mañana siguiente Cesare Pavese no pidió el desayuno / J. L. Panero
De Juan Luis Panero
Solo bajó del tren,
atravesó solo la ciudad desierta,
solo entró en el hotel vacío,
abrió su solitaria habitación
y escuchó con asombro el silencio.
Dicen que descolgó el teléfono
para llamar a alguien,
pero es falso, completamente falso.
No había nadie a quien llamar,
nadie vivía en la ciudad, nadie en el mundo.
Bebió el vaso, las pequeñas pastillas,
y esperó la llegada del sueño.
Con cierto miedo a su valor
-por primera vez había afirmado su existencia-,
tal vez curioso, con cansado gesto,
sintió el peso de sus párpados caer.
Horas después –una extraña sonrisa dibujaba sus labios-
se anunció a sí mismo, tercamente,
la única certidumbre que al fin había adquirido:
jamás volvería a dormir solo en un cuarto de hotel.
De Los trucos de la muerte (1975)
Juan Luis Panero es un hombre Sin rumbo cierto, como reza el título de su autobiografía, y eso que su rumbo parecía haber estado dictado a través de la sangre (hijo de Leopoldo Panero y hermano de Leopoldo María Panero). Pero aún así decide uno, a veces, vivir "sus peregrinaciones", sus vagabundeos y sus autoexilios, su rumbo incierto. Decide uno, como Panero, escribir poesía como quien no la escribe.
Juan Luis Panero (Madrid, España, 1942)
8 Comments:
Trato de entrar en la mecánica de estos pensamientos y digo, me va mejor a mí, el "a veces aún así decide uno vivir sus peregrinaciones, Decide uno como Panero escribir poesía" esto, aunque el dictado de la sangre venga aquí en rio revuelto, catarata que se lanza a las alturas, volviendo hacia el origen, por ser madre de un excelente poeta,
Bueno, SEÑORA, la sangre no es mía, usted lo sabe bien, yo tengo ni qué ver en eso ;) Besos.
Jaja, maese ANDREAS, yo pensé que ya conocía al "Pajaro" (y lo digo sin albur, claro está). Así le decimos por acá, porque a veces somos re flojos, y además quién nos manda a ponerle nombre tan largo. "El Pájaro", así está mejor y mejor. Jeje, y seguramente me va ofender más cuando encuentre en el archivo un poema que escribió un tal Carlos de la Cruz. Échele el lente, me tomé la libertad de incluirlo en tan heterogénea antología. Espero me disculpe la osadía, jeje. Un abrazo, maese. Ah, y mire, de que hay conexiones en este mundo ruin hay conexiones. Al mandarme el link de Palabra Virtual me dije, "ah chinga, Panero todavía no se asoma al Pájaro... Orita mismo lo subo". Y aquí está. Así que en poccas palabras esta lectura se la debemos ;)
Favor que le hace al clansito éste, maese.
Tristán devuélveme el otro dibujo por favor, este me da ñáñaras.
Jeje, no. Es mi homenaje para Egon Schiele. Hasta que no encuentre a otro a quien homenajear éste se queda :D
Dos versiones más de la muerte de Pavese:
1)
Hugo Gutiérrez Vega
NOTA ROJA
(A Cesare Pavese)
Salir una mañana de la casa
sin tomar el café, sin decir nada,
sin besar ni a la esposa ni a los hijos.
Salir e irse perdiendo por las calles,
tomar aquel tranvía.
Recorrer el jardín sin ver que el sol
va colgando sus soles diminutos
de la rama del árbol.
Recorrer el jardín
sin ver que un niño nos está contemplando,
sin ver las cabelleras rubias, morenas, pálidas.
Pasar cargando una sonrisa muerta
con la boca cerrada hasta hacer daño.
Entrar en los hoteles,
hallar uno silencioso y lejano,
tenderse entre las sábanas lavadas
y sin decir palabra, sin abrir la ventana
para que el sol no meta su esperanza
apretar el gatillo.
He dicho nada,
ni el sol,
ni la flor que nos dieron las muchachas.
y 2)
Luis Rogelio Nogeras
CESARE PAVESE
Suponga que yo estoy escondido de antemano en
el closet
y que usted (tantas cosas que tiene en la cabeza)
no lo nota.
Se acuesta,
toma las dieciséis píldoras del frasco,
hace las últimas llamadas: inútiles,
medita sobre las derrotas, las guerras, Turín (cruda
en invierno).
Suponga que usted deja
las gafas en la mesita de noche
y que luego escribe algo en su cuaderno
(letra rápida, pequeña).
Ahora imagine que yo salgo.
Que impido su suicidio.
Cinco, dos, veinticuatro veces
(como en el cine).
Suponga que usted no muere,
suponga que nos damos las manos
y que cometemos pequeñas historias, aventuras habladas
donde las mujeres aman desesperadamente a los poetas
y no hay estar solos, ni desastres, ni trenes aplastados.
Pero no.
Yo estoy en mi cuarto y usted está en el suyo.
Yo no trato de impedir nada
y usted se toma las pastillas.
Yo dejo su libro en la mesita de noche y trato en
vano de dormirme
y viene la muerte y tiene sus ojos.
Y uno de mis poemas favoritos de Juan Luis:
Los viajes sin fin, 1993.
EL HOMBRE INVISIBLE
Se mira en el espejo que ya no le refleja,
todo, menos él, aparece en la fría superficie,
la habitación, muebles y cuadros, la variable luz del día.
Así aprende, con terror silencioso, a verse,
no en los gestos teatrales –aún rasgos humanos– de la muerte,
sino en los días de después, en el vacío de la nada.
Inútil cerrar los ojos, estúpido romper el terco espejo,
buscar otro más fiel o más amable.
Es él sólo, el hombre invisible, el que desaparece,
es sólo él, una huella borrada,
que no contempla a nadie, porque es nadie,
la nada en el cristal indiferente de la vida.
Paco, agradecidísimo estoy con tus contribuciones. Pondré en el Pájaro el de Gutiérrez Vega. Gracias de verdad por el aporte.
Muchos y fuertes abrazos.
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