domingo, septiembre 17, 2006

El gato de Aarón / M. Randall

De Margaret Randall
De once años y 80 kilos
al menos.
Te estiras para quitar a tu primo bebé
de la orilla peligrosa.
La dulzura se esconde
en tus ojos de niño Navajo.
Me pregunto qué canción o historieta
inspiró tu nombre, Aarón.

Terminator II
arroja sus ritmos multicolores
desde la pantalla estridente de TV
en esta salita atestada.
Cuando viene el hambre
incluso los videos son empeñados
si puedes traer catorce o más.
El hermano mayor se los lleva
de camino al cambio de turno por la noche
en el Taco Bell de Gallup.

Anoche tu pequeño gato negro
murió bajo las ruedas
de una camioneta veloz
que corría por la autopista
frente a tu reservación.
No sé por qué no tengo suerte,
te lamentas,
es el cuarto gato que se me muere
hasta ahora.


Esta mañana te levantas con dolor de cabeza,
el primero de tu vida.
Inviernos en la escuela con una hermana en Salt Lake,
veranos aquí en Sheep Springs
con una madre que te quiere en casa
y una abuela
que te cuenta las historias
que espera te mantendrán vivo.

Alrededor de los carbones encendidos
nos reunimos,
unas pequeña brasa se pone totalmente negra.
Mira, el padre-tío te dice,
tu pequeño gato negro
y está bien.
Entonces te hundes entre tus hombros
y las lágrimas se deslizan por tus jóvenes mejillas.

No entiendo las palabras
entonadas en un canto largo
o el agua, atados de plumas y oraciones
ofrecidas a un Dios Padre
que se mueve con facilidad
entre el Camino Tradicional,
la imposición Mormona
y esta Iglesia Nativa Americana.

Pero me siento incluida
en el ritual que goza este niño
en los brazos de la gente,
reconoce su pena
y le pide a su madre que lo ponga a salvo
de la amenaza de una vida
perdida entre el cuidador de ovejas que nunca será
y la violencia que espera llevarse su espíritu.

La esperanza corre sin freno por mis palmas pesimistas.
En este momento al menos
el abrazo de una familia me envuelve.

De Dentro de otro tiempo: reflejos del Gran Cañón (2006)
Me dice Randal que al estar en un paisaje como el Gran Cañón, por ejemplo, no se siente alejada, nunca del mundo se desconecta. "Al contrario, me siento más conectada", aclara. "Entonces, viendo caer una roca, por ejemplo, yo puedo perfectamente pensar en la muerte de un niño en el lejano Iraq y nunca olvidarme. Es algo muy misterioso". - El gato de Aarón, de la traducción de María Vázquez Valdez. / Foto de María Luisa Martínez Passarge.
Margaret Randall (Nueva York, Estados Unidos, 1936)