jueves, marzo 20, 2008

Y mudos ante el árido paisaje / D. Castro

De Dolores Castro
1

Son rumiantes, son grises,
tropiezan entre piedras sus cuatro patas:
son rumiantes, son grises mis palabras.

Tienen pastoso corte de hierba machacada.
Arrancan del silencio
y se lanzan
desde una noche larga.

Ahora mismo se amontonan,
ruedan por esa cuesta,
tratan de ver el sol
con sus ojos de piedra
pulimentada.

2

Un hato de mansísimos corderos
reverbera en el cobre de un sol viejo:
cobre en la piel
cobre
en el sabor de boca
que tiene el silencio.

No ver, no oír, no hablar,
bajo la palma del sombrero.

Tierra de ven, de acata, de déjate llevar,
mientras la línea dura de la boca
afila su amenaza.

3

Camaleones de raza,
comedores de aire
invisibles,
olvidados entre los maizales

que ladean la cabeza
con alegría de gallo
si el sol sale.

Allí están bien.

Silencien sus estómagos vacíos.

El hambre es necia
necesidad
del cuerpo, no del alma.

¡Siempre habrá pobres, cállense!

4

Es todo poderoso
nuestro gran señor.

Pisadas de musgo,
manos de cieno.

Paraliza sin rumor, sin aliento.

Es peligroso y torpe
nuestro señor,
el miedo.

Es
la cabeza loca
de la gallina que descabezaron
sin que probara el mole.
*
Dolores Castro, 85 años... Suelo quedar sin palabras cuando me vienen con la voz de esta señora, como ver pasar un tren de doble piso, así que sólo digo que anden al homenaje que recibe Doña Lolita en el Palacio de Bellas Artes, el 6 de abril. Eso es todo.

Dolores Castro (Aguascalientes, México, 1923)