sábado, julio 31, 2010

Dos proemios / de Nadieco y M. Jaime

De Nadieco (I) y Mario Jaime (II)
I

Las manos se empeñan en deletrear ausencia.
Ignoran que nunca se ha ido.
No saben que el centro es ubicuo
y que somos lo percibido y su antípoda,
el punto de intersección en la trama del demiurgo.

La posesión, ese fantasma de púas en nuestra frente
desconoce el parpadeo de nuestra duración.
Somos solamente somos solamente
sombras de un día en la memoria.

Salve en última instancia
el reflejo de Dios en los ojos de la hormiga.

II
No quiero ser poeta


Pululan también escritores
que desde el teclado
van clamando a voz muy queda:
'No se requiere ser genio, no se requiere sino trabajo para hacer poesía'
'No un talento especial'
'Se requieren reuniones y talleres'
'Lenguaje sencillo'
'Sin estilo, sin pasiones'
'Hablad de lo nimio, de lo cotidiano'
¿Dónde quedó lo sublime?
¿Dónde el niño sádico que se amamanta de pus?
¿Dónde la sed de infinito y el desprecio de lo burgués?

Si ser poeta hoy es ser mediocre
Yo no quiero ser poeta

Necesito traducir el pensamiento de los monstruos
Inventar un lenguaje de nereidas
Descubrir los jeroglíficos en el aullido de las orcas
Cantar la viscosidad oceanográfica
..........y temblar al ser los tentáculos del Kraken
..........en la eterna noche del abismo
Llorar junto a Satán para olvidar los falsos besos de un hadita

Los poemas son enigmas
Estremecimientos de terror
Nostalgia por orgasmos

Indagar por las grutas de la muerte

Un café bajo la lluvia después de la certeza
..........de que ellas están hechas para amar
..........y sin embargo amor no encuentran...

no un poeta de salón y de escritorio
no un poeta de instituto o columnista
no una rata citadina a tres comidas
no un intelectual que espera ser parte del canon

La poesía se adquiere por las ronchas
Por las liendres de colchones rebuscados
En la nieve y la narcosis de los fondos
En el trino, en la lepra, en la agonía de nuestros sueños
En la tortura y en la mano del mendigo

Lo sublime en la gota y el relámpago
Hasta en la sonrisa de una niña

Un poeta es una antena, un arpegio y mucha sangre
No un académico que se jacta de su cheque
De Analemma (2010)
Cuenta Mario Jaime que conoció a Nadieco en la Escuela de Escritores de la SOGEM, en Coyoacán, que aún conserva el fantasma de Tablada, dice, y las tardes de un sepia melancólico…
No sé si el fantasma de José Juan Tablada, quien vivió allí, en el número 11 de la cerrada de Eleuterio Méndez, pero sí las tardes que menciona. Incluso podría asegurar que quien cruza su puerta y se siente atraído tiene algo de torcido, algo de roto. Diría Juan José Millás que siempre hay algo en la vida de un escritor que debió romperse en un tiempo remoto, y yo digo que un sitio como aquél es un poco una clínica.
A Leonardo Fernández, que hoy se llama Nadieco, como el Eco de Nadie, solía topármelo de vez en cuando en algún pasillo, la cafetería o el patio.
En alguna tarde del 2001, sentado frente a la escalera que lleva a la oficina, me firmó su primer plaquette, Caballo de la noche, que había publicado entonces bajo el sello de Cardo. “Hermano, ¿qué dice tu silencio?”, me cuestionaba en la dedicatoria.
Aunque nos conocíamos por Raquel Olvera, amiga en común, no habíamos hallado el tiempo de sentarnos y poner a hablar esos silencios, particularmente acentuado el mío, que pasaba por un momento que me tenía noqueado. Hablábamos sólo de forma esporádica y, cuando todo encajaba, a través de poemas que nos llegaban de pronto.
Hace unos días nos reunimos en Casa Roma, sobre Orizaba, y pusimos voz a algunas cosas pendientes, pero, sobre todo, me presentó a Analemma.
Analemma es la figura que traza el recorrido de un astro cuando se le percibe desde un punto terrestre a lo largo de 365 días. Por ejemplo, los autores dicen que si fotografiáramos diariamente al sol a la misma hora y desde la misma perspectiva comprobaríamos que su forma en el transcurso de un año dibujaría el símbolo del infinito…
Analemma en realidad es un poemario que escribieron juntos. Por eso hablo también de Mario Jaime.
Ambos dan voz a la que llaman Generación del Principio de Incertidumbre:
“Dudo que un estilo nos caracterice, presos en el verso libre cada quien es imantado por su respectiva estrella. Sin embargo, curiosas formas poéticas nacen en el encantamiento que incorpora ingredientes del lenguaje científico. Nuevos significados revelan visiones”, apunta Nadieco al presentar Analemma, editado por Samsara.
Nadieco se educa en la tradición Zen y en algún momento se refugió entre los huicholes. Mario Jaime es del teatro, pero dice haber encontrado empatía en los ojos del tiburón blanco y los estudia.
Ahora habla Mario Jaime y dice: “Carecemos de unidad, de signatura, de posición respecto a un mundo asqueroso que amenaza con tragarse nuestra individualidad. Inmersos en un torbellino de duda, de nihilismo, de cobardía, a veces pasamos al lado activo, al de la luz y la lucha contra una tiranía que ya no tiene rostro ni bandera sino que se asimila en una sombra ingente de comunicación y enajenación mental que se traga a todo los pueblos”.
Debo decir que Analemma es el mejor libro de poesía que he leído en meses. Desde la posición más terrestre, incluso en la rabia, uno siente perderse de pronto en el símbolo del infinito. / Crédito de foto: Noticabos.
Nadieco (Ciudad de México, 1980) y Mario Jaime (La Paz, México, 1977)