domingo, mayo 22, 2011

La catarsis / A. González Torres

De Armando González Torres
Mientras el fuego consumía los cuerpos
figuras conocidas pululaban
en torno de la hoguera gigantesca.
¡Ah, noche de inolvidable extravío!:
danzaban los muñones y las pústulas
confundíanse caricias y salivas
sin forúnculo indigno para el ósculo
sin ántrax que impidiera intemperancia.
Lesa lascivia envolvía con sus redes
lautos lechos o lábiles jergones
y agónica lujuria compulsiva
revivía a su vez tálamos letárgicos.
No hubo lluvia que apagara aquel celo
extraños incidentes acaecieron:
los niños arrullaban a las fieras
copulaba la turba entre los muertos
inmersos en el lodo y la ceniza
el soberano dormía con la esclava
la plebe exigía un culo de aristócrata
fornicó el padre impúdico a las hijas
y aun la madre cedió al capricho odioso
(el atroz episodio inexplicable
que incitaron los númenes falaces
fue seguido por arcadas de vómito
un sueño lenitivo vino entonces:
grata estancia en el vientre del olvido).
De La peste (2010)
Son pocos poemas en La peste que en verdad pueden desprenderse y leerse de forma independiente. Hay que llevarse el libro de un jalón. Muy recomendable.
Hace unos días me encontré con Armando y hablamos de La peste.
Cuando azota la peste a una ciudad, me dijo, no hace más que confirmar su decadencia.
Esa idea gira en torno ese retrato apocalíptico que es el libro y que rinde homenaje a un tema literario por el que siente afinidad, casi obsesión, tocado desde épocas antiguas, con Homero en la Ilíada, y contemporáneas, con Camus, por ejemplo, precisamente en La peste.
Busquen su "peste" en El Tucán de Virginia. / La foto es de Octavio Hoyos.
Armando González Torres (Ciudad de México, 1964)